Senin, 02 Maret 2009

What About the Fire?















Entre realidad y ficción:

Como un edifico en llamas pudo haber liberado a la arquitectura de sus ataduras



Por N. Frankowski, F. Pedrini y C. García



Rem Koolhaas no es Howard Roark. Sin embargo debo admitir que el nueve de febrero deseé que el arquitecto holandés fuera el protagonista del texto de Ayn Rand. Durante el festival de la linterna que marca la culminación de las celebraciones del año nuevo chino, la torre del TVCC se prendió en llamas. La destrucción del escultural hotel y centro de convenciones a manos de su autor sería perversamente audaz.



Tal como Roark destruyó Cortland Homes inconforme con la ineptitud que se tuvo en su construcción, Koolhaas quemaría su torre para denunciar la incapacidad de la arquitectura de los excesos de adaptarse a un periodo de debacles económicos y ambientales. El autor de Delirious New York y S,M,L,XL escogería las celebraciones de año nuevo para acentuar la diferencia entre un año de genialidades e inauguraciones monumentales y un nuevo periodo que verá pocos estrenos y se enfrentará a un clima saturado de tempestades anímicas. La imagen del centro cultural de la televisión china en llamas sería metáfora perfecta: el dragón chino arrojando fuego al cielo oriental languidecido por la profanación de sus tierras a velocidades exasperantes, anonadado por el estridente motor político que ha movido las megaestructuras que ha visto construirse sobre la tierra que debía proteger. Koolhaas habría reconocido que la arquitectura con A mayúscula sufría de sordera ya que había perdido la capacidad de reconocer el sonido de la vida cotidiana.



La ignición del TVCC por manos de Koolhaas sería el perfecto clímax para una novela de Ayn Rand. El intolerable arquitecto iracundo con la profesión, destruyendo la obra de su más ostentoso apadrinador. Congestionadas de especulaciones sobre las causas del incendio, las autoridades no sabrían que hacer. ¿Sería la póliza de seguros contra accidentes de un edificio que llevaba más de un año de atrasos? ¿Habrá sido resultado de un recorte en el presupuesto de protección contra incendios debido al inminente debacle económico? ¿Habrá sido el pueblo chino en una revuelta para reclamar para el pueblo lo que el pueblo construyó? Y si fuera así, ¿Cuál sería el próximo edificio? Estas incógnitas se desvanecerían luego de que el autor del “incidente” declarara sus acciones. “Yo quemé el edifico”, declararía Koolhaas.

Sin embargo, Koolhaas no quemó la torre del TVCC. El incendio que iluminó la noche de Pekín por horas parece ser producto de un accidente con fuegos artificiales. El zinc que lanzaba llamas incontrolables no fue un espectáculo premeditado; no había un mensaje oculto detrás del incendio.



De este modo, no habrá un juicio como el de Courtland Homes en contra de Koolhaas. El arquitecto holandés no denunciará la ineptitud en escalas monumentales de la profesión en un juicio en contra de un batallón de políticos y desarrolladores coléricos. La arquitectura seguirá siendo un ejercicio para los poderosos, los ojos entrenados y las mentes educadas. Los arquitectos seguirán siendo seducidos por el poder de las hegemonías y el brillo del papel couché. Lo que mas me llamó la atención de “The Fountainhead” es como el arquitecto se convirtió en héroe al no perder la compostura y resistir la “crisis”. En estos momentos tenemos todos los elementos necesarios para hacer nuestra propia novela pero, ¿tendremos al fin a nuestro héroe o Howard Roark seguirá siendo solo un personaje ficticio?■



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